Lechuzón de campo (Asio flammeus)

 

El Lechuzón campestre mide unos 40 centímetros y se caracteriza por poseer una cabeza relativamente chica, con un par de reducidos penachos cefálicos “cuernos” de plumas, no siempre visibles. El dorso es pardo manchado de negro y el vientre es ocre claro estriado de pardo. Posee unos grandes ojos amarillos, enmarcados por llamativas manchas negras que le otorgan un aspecto ligeramente “enmascarado”. Como en otras rapaces nocturnas, las plumas lucen un complejo diseño de manchas, barras y punteados, haciéndolo sumamente críptico. La hembra resulta algo más voluminosa que el macho. Los jóvenes, por su parte, presentan en general tonos más oscuros. En vuelo, el perfil de planeo es en V; luce unas alas largas, muy claras en su parte inferior, donde resalta una característica mancha negra en forma de coma. Las puntas de las plumas primarias son negras, y tiene cola corta con franjas. Su canto semeja a un ladrido apagado de un perro.

Sus hábitos son diurnos, principalmente crepusculares. Dentro de su territorio se lo puede observar posado en postes o apostaderos, también patrulla con vuelos a baja altura. Suele “halconear” cuando esta de cacería.

 

Se alimenta de presas pequeñas como roedores, artrópodos, aves, reptiles y batracios. Los restos no digeribles de estos son expelidos en forma de “bolos” o “pellets” en los posaderos o dormideros entre la vegetación.

Nidifica en el suelo entre pastos altos. Es una simple depresión en el suelo done coloca de cinco a siete huevos de color blanco. La postura e incubación abarca finales de primavera y verano, sin embargo se han registrado posturas otoño-invernales.

Distribuido en toda la Argentina, es más expectable en las regiones Pampeanas, Chaqueñas y Patagónicas, Puna y Altos Andes.

Si bien es un ave especialista de ambientes de pastizal, también habita campos abiertos y humedales con vegetación circundante. Se la observó en rastrojos rodeados de pastizales o pajonales y en banquinas con vegetación herbácea alta.

La expansión de la agricultura y ganadería -con sus consecuencias en la transformación de los ecosistemas de pastizales- sumado a la quema y los agroquímicos utilizados podrían ser una de las principales causas de la disminución en el número de individuos, además de la desecación de cuerpos de agua con vegetación. La caza como tiro al blanco y por superstición también suma para su declinación. Se han registrado capturas para el comercio ilegal de mascotas y otro factor importante es el atropellamiento de ejemplares en rutas que atraviesan sus territorios en donde la mortandad en algunas zonas es alta. Hay grandes vacíos regionales donde se supone que el Lechuzón tendría que estar porque las condiciones ambientales son adecuadas, pero sin embargo no se cuenta con registros. Esto sumado a lo extenso y fragmentado del territorio de distribución hace que su real estatus en el país sea de cautela en cuanto a poder estimar su número poblacional y las áreas importantes para su conservación. En el año 2017 fue categorizado como vulnerable para la Argentina.

 

Alejandro Morici

Naturalista de campo e investigador, adscripto a Fundación Azara.

Director del "Proyecto Asio"

 






 

 

 

 

 

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